viernes, 22 de octubre de 2010

IV Festival de Poesía: Las Lenguas de América en homenaje a Carlos Montemayor

Escrito por Eduardo Suárez
Formato por Enrique Bautista

“Cuando muere una lengua,
Ya muchas han muerto
Y muchas pueden morir.
Espejos para siempre quebrados,
Sombra de voces
Para siempre acalladas:
La humanidad se empobrece”
 “Cuando muere una lengua” (Fragmento), Miguel  León-Portilla


 El recinto, sublime espacio para el canto poético de los invitados de carácter multicultural, estaba colmado por miles de asistentes que serían conducidos por dos poetisas zapotecas. Natalia Toledo e Irma Pineda, quienes también leyeron sus cantos.

Dicho festival nació en 2004 a partir de los talleres del poeta, narrador, cantante, humanista y ensayista, Carlos Montemayor (1947-2010) con la intención de buscar el “reconocimiento de las lenguas originarias en la literatura contemporánea, sin omitir las cuatro lenguas europeas del continente” americano: francés, inglés, español y portugués.

“En este día con la casa llena de estudiantes de la UNAM quiero evocar a Carlos Montemayor, traer a la memoria a un hombre del Renacimiento…Nos dio un gran obsequio, acercarnos a los pueblos indígenas. Leeré un poema que leí en aquella ocasión ‘Cuando muere una lengua’” expresó el antropólogo Don Miguel León-Portilla, quien abrió la fiesta de las lenguas.

Enseguida se leyó Parral (comunidad chihuahuense en donde nació y fueron depositadas sus cenizas de Montemayor Aceves) del autor de Guerra en el Paraíso en lengua náhuatl y enseguida en español. Su voz rebotó en las paredes de acústico lugar y nuestra memoria.

“Mi collar de palabras, para mi hermano Montemayor, tú que portas la pluma sagrada”, improviso la poetisa huichola, Angélica Ortiz, quien dijo estar llorando en la “tierra de Venado, Viricota”.
Por su parte el peruano Odi Gonzáles (quechua, Perú), entono sus poesías armónicamente, porque el quechua es una lengua muy melodiosa que resbala lentamente por los sentidos llevándote por senderos de ensueño cercanos a la madre naturaleza.
Así también el canadiense Albert Moritz (inglés, Canadá) con su poética bucólica ahondo en la importancia de las palabras con su poema “Una historia natural de las palabras, que fue traducido por la poeta Silvia Prat.
Elicura Chihuailaf (mapuche, Chile), poeta que ha traducido varias canciones de Víctor Jara al mapuche, exhortó a los oyente a pensar si “La poesía no sirve para nada” en un pueblo que ha “perdido el habla”.
Después Irma Pineda colmo con su boca musical el recinto que no dejaba de aplaudir entre poema y poema como deseando agradecer las bellas palabras del cenzontle que volaban entre los suspiros de los escuchas.
Presentándose en un español mocho pero comprensible, Paul Bélanger (francés, Canadá), que fue traducido nuevamente por Prat, se disculpo por “no hablar bien el español, ya que la “poesía habla todas las lenguas”, externo en su tono francés.
Briceida Cuevas (maya, México) demostró que la poesía es un arte que sigue en el agrado de las personas, ya que al ser anunciada los aplauso retumbaron entre las arquitectura acústica de la Sala y canto “Orígenes”, poema en donde relaciona el nacimiento con el fútbol.
Por su parte el brasileño Lêdo Ivo (portugués, Brasil) dedicó su poesía a Carlos Montemayor quien tradujo uno de sus libros. Leyó “Los pobre de los autobuses”, “Mi patria” y “El ratón de la sacristía”.
Prosiguió Natalia Toledo (Juchitán, Oaxaca), quien a parte de conducir leyó excelentemente sus palabras hiladas entre las montañas de su imaginación y las costas de su pueblo.
Enseguida el “maestro” –como algunos gritos del público delató- Natalio Hernández (Náhuatl, Veracruz), de igual manera dedico sus cantos a Montemayor: “Enigma”, “Yo me pregunto”, entre otros.
De igual manera, la periodista guaraní, Susy Delgado, cantó el “Tacum, Tacum, suena el tambor”, melodías que cantan los guaranís en sus rituales, mostrando porque esta lengua es una de las más admiradas por su tonalidad y remembranza al canto de la selva.


“Así como cambio mis lentes me gustaría cambiar mi cuerpo”, sentenció en tono burlesco el maestro Hugo Gutiérrez Vega, que dejaba ver el paso del tiempo en sus movimientos que no mermaron la belleza y profundidad de sus palabras que dedico a su “hermano Carlos Montemayor”, para cerrar con su Oda de Burrón” y clausurar la hecatombe poética que retumbaran en el recuerdo de su fundador, el maestro Carlos Montemayor., quien ahora puede descansar en paz pues su obra a dado pie a la hermandad de las lenguas.

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